En España, el despido disciplinario es el «clásico», el que se aplica por defecto, el que se usa a diario como si fuera gratis y legal por el simple hecho de existir. No porque sea el más justo ni el más adecuado, sino porque es el camino fácil para el empresario mediocre. De hecho, 9 de cada 10 despidos que vemos a diario en MAXIMIZAMOS empiezan por una carta de despido disciplinario, redactada con prisa, con rabia y con una buena dosis de soberbia.
Despido disciplinario procedente, pero no gratuito
En España, el despido es libre pero no gratis. Esto significa que un jefe puede despedirte por la causa que quiera… pero si esa causa no es real, no está probada o no es proporcional, el despido será improcedente y tendrá que pagarte por ello. Sin embargo, como el despido objetivo (el otro gran tipo de despido) requiere seguir un procedimiento específico, justificar causas económicas, organizativas o de producción, entregar documentación, dar preaviso y pagar una indemnización desde el principio… pues no les interesa.
¿Ejemplo? Un jefe que no quiere seguir el proceso objetivo porque tendría que pagar 20 días por año desde el minuto uno, te pone en la carta: «Se te despide por bajo rendimiento, mala actitud y desobediencia continuada». Vamos, una carta de «porque no me caes bien y no tengo ganas de pagarte». Eso es despido disciplinario. Lo firman con la misma soltura con la que mandan un WhatsApp. Pero, cuidado: el despido disciplinario se puede hacer, sí, pero no significa que sea procedente ni mucho menos gratuito.
¿Qué es un despido disciplinario realmente?
Es una decisión unilateral del empresario que alega que has hecho algo tan grave que mereces perder tu trabajo de inmediato, sin derecho a indemnización. Y sí, en ese momento, ya no formas parte de la empresa. Pero eso no significa que tengas que tragar. Tienes derecho al paro, eso sí, aunque te echen por «malo». El SEPE no entra a valorar si lo que dice tu jefe es verdad: si la empresa reconoce el despido, el paro es tuyo.
La trampa: la carta que asusta
La mayoría de cartas disciplinarias que vemos están llenas de frases tipo: «mala actitud reiterada», «pérdida de confianza», «actitudes desleales» o «falta de implicación». Y cuando el trabajador la lee, entra el pánico. Piensa que ya está todo perdido. Que si pone eso, debe tener razón.
Pero no. Esa carta no es una sentencia. Es solo una versión redactada por quien te quiere fuera. Y aquí viene lo mejor: si impugnas el despido disciplinario, es la empresa quien debe demostrarlo todo.
¿Has llegado tarde tres veces? Improcedente
Te ponemos ejemplos reales de casos que ganamos:
- Trabajador despedido por «haber llegado tarde varias veces». Resulta que una de las veces había avisado por WhatsApp, otra fue por un corte de tráfico y otra por un error de calendario. ¿Despido improcedente? Por supuesto.
- Trabajadora echada por «falta de actitud profesional». Era la única que decía las cosas claras en las reuniones. No existía ni una queja formal ni un aviso previo. Ganamos: improcedente.

La proporcionalidad: la joya olvidada
Aun cuando la empresa tenga razón (algo que ocurre menos de lo que crees), el despido tiene que ser la última opción, no la primera. Esto es la famosa proporcionalidad: si cometes una falta leve o media, antes de echarte podían haberte advertido por escrito, suspendido de empleo y sueldo o reasignado temporalmente.
Ejemplo real:
- Un mozo de almacén faltó tres días seguidos por error en el calendario de turnos. Lo despidieron directamente. No había partes de inasistencia, ni amonestaciones anteriores, ni intención de hacer daño. Resultado: improcedente. La empresa tenía otras vías y no las usó.
Fallos formales: tu mejor aliado
Si la carta no está bien redactada, el despido es improcedente automáticamente. Las empresas la cagan más de lo que imaginas:
- No indican la fecha de efectos del despido: improcedente.
- Alegan «conductas reiteradas» sin describir ningún hecho concreto: improcedente.
- No se celebró audiencia previa: improcedente.
Y cada vez que esto pasa, el despido te sale a devolver: 33 días por año trabajado, con salarios de tramitación si se declara nulo.
¿Por qué los jefes aplican el despido disciplinario si saben que están condenados de antemano?
Porque de cada 10 trabajadores despedidos, solo 1 reclama. El resto acepta el paro, mira para otro lado, y se traga el «es que ya lo veíamos venir». Así, el empresario se ahorra miles de euros. Literalmente: 40.000 euros por cabeza en muchos casos, que tu jefe usa y se va de vacaciones con lo que te debería haber pagado a ti.
En MAXIMIZAMOS no tragamos con eso, revisamos todas las indemnizaciones por despido. Si te han echado, más que leer la carta, envíanosla. Porque aquí, los despidos disciplinarios se tumban con hechos, con pruebas y con ganas.
Y de eso, vamos sobrados.